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lunes, 17 de febrero de 2014

14. LA MEDUSA


Esta es una historia muy recurrente en mis reuniones con amigos. Suelo ser bastante teatrera en mis narraciones, así que después de haberla contado más de cincuenta veces ya se dónde poner más énfasis para hacerla más interesante.

Cuando El Contrario y yo decidimos concebir a mi pequeño, a mi se me ocurrió que la playa era el lugar adecuado. Y a pesar de que -como ya creo haber explicado-, la playa no era el medio donde mejor se desenvolvía El Contrario, puedo ser muy persuasiva cuando me lo propongo.

Una vez más, yo me encargué de la logística. Así que una mañana de agosto, bien temprano, nos fuimos a la playa elegida, bello entorno en un parque natural protegido.

Lo del madrugón fue por no encontrarnos con nadie, dada la misión tan importante a realizar.

Más bonito hubiera quedado por la noche, a la luz de la luna, al estilo de Najwa Nimri y Tristán Ulloa en Lucía y el sexo. Pero en esos días no había luna llena, ni yo era valenciana, ni El Contrario se llamaba Lorenzo.

A las siete de la mañana llegamos a la playa y sin mediar palabra -no hacía falta-, nos adentramos en el mar.

Dentro del agua nos despojamos de los trajes de baño que sujetamos a nuestras muñecas -no era plan de tener que taparse "eso" ni "aquello" fuera del agua- y nos pusimos manos a la obra.

Ahora es cuando hay que describir bien la postura de los implicados en esta historia. 

El Contrario de pie, con el agua al cuello, nunca mejor dicho. Yo asida a él rodeando sus caderas con mis muslos y sus hombros con mis brazos. 

Momento culminante, el origen de la vida apunto de acontecer, con la inmensidad de esa playa paradisíaca y solitaria ante nuestros ojos.

Bueno... el primer bañista acababa de asentarse cerca de nuestras pertenencias en la orilla.

Pero nada nos podía distraer en ese momento de absoluta entrega. Nada, hasta que yo sentí en mi muslo derecho el dolor más horrible e intenso que jamás había experimentado hasta ese instante.

Fue un acto reflejo, sacudí la pierna al tiempo que separaba mi cuerpo del de El Contrario, casi en el mismo instante escuché a éste gritar, aparentemente de dolor.

¡Qué aprensivo! Pensé. Acababa de picarme una medusa y no se le ocurre otra cosa que quejarse él.

La cuestión es que salimos despavoridos hacia la orilla, aterrorizados, como si estuviéramos sumidos en Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne. Con los trajes de baño enrollados en las manos, sin taparnos "eso", ni "aquello"...ni "lo otro". El bañista de la orilla contemplaba la escena con asombro y una sonrisa en la cara.

Una vez en tierra firme  El Contrario se tocaba el pene mientras luchaba por ponerse el bañador y taparse "lo otro".

- Me ha picado algo.- Él.
- No seas quejica, que me ha picado a mí en el muslo, ¿no lo ves?- Yo.
- ¡Me duele, me arde!- Él
- Échate agua fresca de la que hay en la nevera.- Yo.

Así que nos echamos agua mineral bien fría y nos restregamos las picaduras para aliviarnos.

He de aclarar dos cosas.

La primera es que a pesar de que mi picadura era más grande en extensión, la picadura de  El Contrario era más delicada en localización. Tengamos en cuenta que al sacudir mi pierna le lancé la medusa hacia su miembro erecto, desprotegido de prepucio, justo en ese momento.

La segunda cosa a tener en cuenta, por si no lo sabéis -como fue nuestro caso entonces-, si os pica una medusa, nunca, nunca restreguéis la zona y sobre todo no os lavéis con agua dulce -ni agua mineral- sino con agua del mar. Ya que el agua dulce multiplica los efectos urticantes de la picadura.
Ni que decir tiene que el bañista solitario, debió considerar lo mucho que le había merecido la pena madrugar esa mañana para ir a la playa. Espectáculo cómico gratuito.

Lo malo de los parques naturales, es que carecen de todo tipo de infraestructura, por lo que el primer puesto de socorro estaba a un par de kilómetros. Cuando llegamos aun no había nadie, dado lo temprano que era.

Tuvimos que buscar el pueblo más cercano y una vez allí, el centro de salud correspondiente.

Las caras de los pacientes que esperaban a ser atendidos, en su mayoría ancianos, eran de curiosidad, al ver a dos jóvenes -aparentemente sanos- con el baile de San Vito en el cuerpo. Mi picadura era visible, pues llevaba pantalón corto, pero la de  El Contrario no, aunque los saltos que daba y los movimientos extraños creo que lo delataban ante todos.

Doctora. Era una doctora quien atendió a  El Contrario, que no paraba de dar todo tipo de explicaciones, menos la auténtica. Creo que la mujer no se tragó lo de estar haciendo nudismo, me da a mí. Por lo que sé, el glande no se queda expuesto simplemente por quitarse el bañador, a no ser que el propietario del mismo esté circuncidado. Y no era el caso.

Ese verano la ONCE emitía por radio y televisión un anuncio en el que unas mujeres cantaban “Me pica la pierna, me pica el ombligo, me pica la cabeza, me pica el oído, me pican los labios, me pica el corazón, me pica la medusa, medusa del amor”.

1 comentario:

  1. La próxima vez que vaya a calblanque me llevaré crema para la picadura de medusas

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