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lunes, 28 de julio de 2014

37. EL AVISO

Cuando las cosas están tranquilas el tiempo parece que va más deprisa. Sin darme cuenta nos hemos plantado otra vez en Navidad.
De pequeña me gustaban mucho estas fiestas.
Como mi familia es tan extensa, me viene la imagen de una mesa enorme llena de viandas, y a su alrededor padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y hasta algún amigo o vecino.
Unos días antes de que comenzaran las Navidades, mis padres llegaban a casa con el coche cargado de turrones, polvorones, frutas en almíbar y otros manjares diversos.
Para nosotros –mis hermanos y yo- era un gran acontecimiento que celebrábamos peleándonos por ayudarles a subir las bolsas con la compra a casa.
Era como cuando, en La Gran Familia, llegaba "el padrino" con la cesta de navidad.
Ahora, y dada la situación, me entristece que Nuestro Hijo no viva este tipo de momentos.
Las Navidades tienden a sacarle a una el lado más nostálgico.
Mejor será que vuelva a mi novela, no me terminan de convencer Amanda y Serafín, igual si continúo así:

“[...] Cuando Amanda recupera el aliento, nota que comienza a apoderarse de ella la ira. Está tratando de asimilar las palabras que le ha dicho Serafín antes de darle con la puerta en las narices… Ha dicho que ella no lo quiere igual que él la quiere a ella.
Amanda no puede evitar pensar en lo que pasó hace tan sólo unos meses…
Ella siempre ha tenido un sentido del humor peculiar, bueno siempre no. Digamos que lo fue adquiriendo con el paso de los años, por algo es la octava de diez hermanos y una de los cincuenta y cinco nietos y nietas que tuvo su abuela.
Es por eso, que un día en el que se vio un granito en salve sea la parte -un granito, sin más-, le dio por bromear al respecto con Serafín y decirle;
- Mira lo que me ha salido, ¡a saber lo que me habrás pegado!
Cómo se podía imaginar ella que se lo iba a tomar al pie de la letra, cuando un día apareció hecho un mar de lágrimas diciéndole -sin anestesia ni nada- que tenía el SIDA.
En ese momento, Amanda no se paró a pensar que, si eso era así, probablemente ella también lo tendría. Ni siquiera se paró a pensar en cómo lo habría contraído él. No.
Sólo pensó en calmarlo y en que le contase cómo había llegado a esa certeza.
Resulta, que tras la broma de Amanda sobre su granito indecente -maldita la hora- a Serafín le faltó tiempo para ir a hacerse una analítica de enfermedades venéreas [...]”

No sé si esto arregla o empeora el comienzo de esta ¿novela?, ¡qué tétrico todo!
Ya veré cómo lo resuelvo.
Acabo de recoger un aviso de Correos que había en mi buzón. Dice que tengo que retirar una notificación del juzgado.
Creo que se acabó la tranquilidad. No tengo ni idea de lo que será. Puede ser del banco para embargarnos la casa, puede ser del otro banco para embargarnos lo que puedan porque El Contrario dejó –hace unos meses-, de pagar el préstamo del coche -y ese préstamo está a nombre de los dos-, o puede que sea otra ocurrencia del susodicho… Ya ni las Navidades se respetan.

lunes, 21 de julio de 2014

36. AMANDA Y SERAFÍN.

Asombrosamente sigue la tranquilidad –relativa, eso si-. Los embargos se suceden puntualmente y a Nuestro Hijo no le está faltando nada. Eso es algo que me llena de satisfacción.

No es que El Contrario se haya olvidado del todo de mí –no caerá esa breva-, porque sigo recibiendo, de vez en cuando, algún email o sms recordándome lo avariciosa y mala persona que soy.

Ni que decir tiene que he aprendido a ponerme el impermeable y, últimamente, ese tipo de cosas me resbalan.

Pues bien, aprovechando estos días de calma, he comenzado con mi proyecto de novela. Casi tengo a los personajes, ella se llamará Amanda y él Serafín.

He comenzado así:

“Lunes, siete de la mañana, suena el despertador con su odioso pitido. Amanda suele colocarlo lejos de su alcance cada noche. Así se asegura de que se levantará para apagarlo, y una vez fuera de la cama su fuerza de voluntad le dará la energía necesaria para ir a la ducha y comenzar el nuevo día.

Cuando termina de ducharse –exactamente a las siete y diez minutos- despierta a su marido. Serafín está despatarrado ocupando ambos lados de la cama.
Amanda disfruta regalándole esos diez minutos de sueño cada mañana, pero odia los otros diez minutos de después, los mismos que necesita para despertarlo del letargo con infinita paciencia. Primero con unos besitos en la mejilla, en los ojos, en los labios… Después con unas leves caricias en la cara y los hombros, para terminar con una serie de insistentes empujones, hasta que Serafín, por fin despierta.

Para cuando él ha salido de la ducha –otros 30 minutos después-, ella ha hecho la cama, recogido la ropa sucia y preparado el desayuno para los dos. Aunque, aburrida de esperar, ya se ha tomado el suyo y hasta se ha lavado los dientes.
Serafín se sienta en un taburete de la cocina, y mientras se toma su café mira a Amanda fijamente. Se nota que está a punto de decir algo en varias ocasiones, pero no lo hace. Hasta que Amanda, desesperada, le dice:
- ¿Qué?
- Cariño,-comienza diciendo él– nos tenemos que divorciar.
Después de decir eso, unta su tostada de mermelada , con mucha parsimonia.
- ¿Qué? –Vuelve a preguntar ella.
- Si es que tú, en realidad, no me quieres como yo te quiero a ti. Sólo me tienes cariño, y mirando por tu futuro, es mejor que cada uno tome su camino. -No da opción a réplica y continua hablando- Esta noche ya no dormiré aquí. Puedes quedarte con el alquiler del piso, yo me voy a casa de un amigo. Otro día pasaré a recoger mis cosas.
Cuando termina su discurso –y su desayuno- Serafín se levanta –sin recoger su vaso ni nada-, coge su cartera, sus llaves, su abrigo y se va.
Pasan unos segundos hasta que Amanda es consciente de que hace otros cuantos segundos que ha dejado de respirar…”

Igual me está quedando muy melodramático, además eso de empezar sin hablar de sexo me da a mí que no va a cuajar.

Habrá que buscarle un lado oscuro al tal Serafín, intuyo que no es trigo limpio y esa tal Amanda, no sé qué voy a hacer con ella.

lunes, 14 de julio de 2014

35. TRANQUILIDAD RELATIVA


Se inició el nuevo curso escolar y si bien, hasta un mes después –tras marear la perdiz todo lo que ha podido- no comencé a recibir el dinero –a fuerza de embargo- correspondiente a la pensión de alimentos de Nuestro Hijo –más los correspondientes atrasos-, El Contrario tuvo la deferencia de ingresar en mi cuenta cien euros como dádiva generosa para contribuir al pago de los gastos derivados del comienzo del nuevo curso, así como para participar en la adquisición de las nuevas plantillas ortopédicas que el niño necesitaba.

Con el dinero que vaya percibiendo de los atrasos saldaré, poco a poco, las cuentas pendientes que tengo con los familiares y los profesionales que, hasta la fecha, me han ido echando mil manos para que yo pudiera sacar al niño adelante al tiempo que luchaba por lo que era justo para él.

Con la ayuda de la pensión mensual, podré llevar al niño como un palmito e incluso ir juntos al cine o al McDonald`s alguna vez que otra. Hasta ahora, sólo con mi sueldo, nos daba poco más que para pan y cebolla.

Por lo pronto voy a inscribir al niño a clases de kárate, a petición de él mismo. Va a suponer un gasto extra, sobre todo al principio, pues hay que adquirir el kimono y otros complementos. No voy a molestarme en pedir la mitad de lo que cueste a El Contrario. Si para que el niño coma y se vista en condiciones mira la que hemos liado

Con suerte -si con muchos cálculos y ecuaciones consigo cuadrar números-,  igual hasta puedo retomar mis clases de Aquagym, echo de menos a Las Chicas y mi cuerpo necesita mover las bisagras. Nunca sabe una cuándo se le va a volver a presentar un canadiense vigoroso, y hay que poder estar a la altura de los acontecimientos llegado el caso. Si no, después necesito varias semanas para que se me quiten las agujetas, que por mucho que valgan la pena, suelen ser bastante molestas.

Quisiera pensar –una vez más- que vienen días de relativa tranquilidad. Y digo “relativa” porque tampoco puedo olvidar el hecho de que la hipoteca sigue sin pagarse –el dinero no da para más-, lo que significa que en cualquier momento, mi niño y yo, tendremos que abandonar “nuestro” hogar.

Como no me gusta regodearme en la miseria más de lo estrictamente necesario, he optado por evadirme escribiendo una novela sobre las aventuras y desventuras de una mujer separada. Eso si, en clave de humor, porque para llorar siempre se está a tiempo.

No paro de darle vueltas al tema, me gustaría perfilar bien los personajes. Barajo varias posibilidades. En la primera, la protagonista es extremadamente… ¿pánfila? En la segunda, la protagonista es paciente y… ¿calculadora? Todavía no sé que derroteros tomaré. Imagino que no podré evitar plasmar en la protagonista parte de mi propia persona.

Tras varios días dándole vueltas, he empezado a darle forma a los personajes de mi proyecto de novela. Al final el coprotagonista me está quedando demasiado bonachón. No sé yo si tanto algodón de azúcar tendrá gancho.

Les he expuesto mi proyecto a amigos y amigas, la mayoría piden que incluya mucho sexo, pero me parece demasiado oportunista en estos días llenos de "Christianos Grey" y "Gideones Cross".


lunes, 7 de julio de 2014

34. LA ZORRA Y EL CEPILLO DE DIENTES. Segunda Parte.

[…] A los diez minutos baja el niño acompañado de  La del Quinto. Lo hago pasar dentro de casa y cierro la puerta. La del Quinto que espere fuera.
Nuestro Hijo –de El Contrario y mío- coge su cepillo de dientes y me pregunta si también se puede llevar el dentífrico. Le digo que ¡por supuesto! y que si necesita algo más está a tiempo de llevarse lo que sea y si no lo tengo que  me lo diga y se lo compro.
Cuando tiene su cepillo y su dentífrico se despide de mí. Yo le abro la puerta y se lo entrego de nuevo a La del Quinto, que ha tenido la sangre fría de venir -tres días después- a por un miserable cepillo de dientes.
Porque el niño estaba delante, pero con las ganas me he quedado de darle a La del Quinto cinco euros para que pudiera comprarle en la tienda el dichoso cepillo y el dentífrico. Todavía le habría sobrado para comprarse un chicle ella misma.

La semana se ha hecho larga, pero Nuestro Hijo vuelve a estar conmigo, previa firma de un papel elaborado por El Contrario donde acepto quedarme con el peque el resto de las vacaciones escolares de verano. Él tiene que trabajar.

Firmo sin pensarlo. Me refiero sin pensar en lo de quedarme más tiempo con el niño del que por sentencia me corresponde.
Lo que si he pensado es en qué hubiese hecho El Contrario con Nuestro Hijo en caso de que el juez le hubiera otorgado la custodia tal y como él solicitó. ¿Dejar de trabajar?
No sé para qué pensaré tanto, porque luego pasa lo que pasa, que llego a conclusiones. Como por ejemplo, que no es cierto lo que El Contrario va diciendo por ahí. Me refiero a eso de que yo le he impedido estar con su hijo.
Menos mal que yo duermo tranquila por las noches. Bueno en realidad no duermo casi, porque padezco insomnio desde hace años. Pero bien segura estoy de que por problemas de conciencia no es.
Lo que quizá motiva mi insomnio sean cosas como la de esta mañana, cuando Nuestro Hijo me ha preguntado:
- Mamá, ¿tú eres alcohólica?
A pesar de haberme quedado como pasta de boniato, he querido pensar que esa pregunta se debe a que en otros sitios le dejan ver cualquier cosa por televisión, como por ejemplo “La que se avecina, donde Los Cuquis se dicen cosas por el estilo.
Aunque no me he quedado muy convencida después de que –tras explicarle el significado de la palabra alcohólica- me haya hecho otra pregunta:
- Mamá, ¿es verdad que tú tienes un abogado que le ha ganado a papá y por eso tengo que vivir contigo?
Nueve añitos tiene mi sol.
Intentaré explicarle las cosas lo mejor que pueda -teniendo en cuenta su edad-, y procurando no dañar la inocencia de la infancia que le correspondería estar viviendo.