Cuando
las cosas están tranquilas el tiempo parece que va más deprisa. Sin darme
cuenta nos hemos plantado otra vez en Navidad.
De
pequeña me gustaban mucho estas fiestas.
Como
mi familia es tan extensa, me viene la imagen de una mesa enorme llena de
viandas, y a su alrededor padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y hasta algún
amigo o vecino.
Unos
días antes de que comenzaran las Navidades, mis padres llegaban a casa con el
coche cargado de turrones, polvorones, frutas en almíbar y otros manjares
diversos.
Para
nosotros –mis hermanos y yo- era un gran acontecimiento que celebrábamos
peleándonos por ayudarles a subir las bolsas con la compra a casa.
Era
como cuando, en La Gran Familia, llegaba "el padrino" con la cesta de navidad.
Ahora,
y dada la situación, me entristece que Nuestro
Hijo no viva este tipo de momentos.
Las
Navidades tienden a sacarle a una el lado más nostálgico.
Mejor
será que vuelva a mi novela, no me terminan de convencer Amanda y Serafín,
igual si continúo así:
“[...] Cuando
Amanda recupera el aliento, nota que comienza a apoderarse de ella la ira. Está
tratando de asimilar las palabras que le ha dicho Serafín antes de darle con la
puerta en las narices… Ha dicho que ella no lo quiere igual que él la quiere a ella.
Amanda
no puede evitar pensar en lo que pasó hace tan sólo unos meses…
Ella
siempre ha tenido un sentido del humor peculiar, bueno siempre no. Digamos que
lo fue adquiriendo con el paso de los años, por algo es la octava de diez hermanos y una de los cincuenta y cinco nietos y nietas que tuvo su abuela.
Es
por eso, que un día en el que se vio un granito en salve sea la parte -un granito, sin más-, le dio por bromear al
respecto con Serafín y decirle;
-
Mira lo que me ha salido, ¡a saber lo que me habrás pegado!
Cómo
se podía imaginar ella que se lo iba a tomar al pie de la letra, cuando un día
apareció hecho un mar de lágrimas diciéndole -sin anestesia ni nada- que tenía
el SIDA.
En
ese momento, Amanda no se paró a pensar que, si eso era así, probablemente ella
también lo tendría. Ni siquiera se paró a pensar en cómo lo habría contraído él. No.
Sólo
pensó en calmarlo y en que le contase cómo había llegado a esa certeza.
Resulta,
que tras la broma de Amanda sobre su granito indecente -maldita la hora- a Serafín le faltó tiempo para
ir a hacerse una analítica de enfermedades venéreas [...]”
Ya
veré cómo lo resuelvo.
Acabo
de recoger un aviso de Correos que
había en mi buzón. Dice que tengo que retirar una notificación del juzgado.
Creo
que se acabó la tranquilidad. No tengo ni idea de lo que será. Puede ser del
banco para embargarnos la casa, puede ser del otro banco para embargarnos lo
que puedan porque El Contrario dejó
–hace unos meses-, de pagar el préstamo del coche -y ese préstamo está a nombre
de los dos-, o puede que sea otra ocurrencia del susodicho… Ya ni las Navidades se
respetan.