El Contrario sigue en su empeño de que no vayamos a juicio, pero sus propuestas de
acuerdo son, unas veces, poco menos que ofensivas -no para mí, si no para
nuestro propio hijo-. Y otras veces, parecen un mal chiste.
Además, tiene la firme creencia de que los bancos nos van a tender la
mano ante cualquier ilusa propuesta que les hagamos respecto a la hipoteca de
nuestra casa.
Como no doy mi brazo a torcer se enerva, es entonces cuando le da por
hacer de las suyas.
La última ha sido intentar dejarme sin seguro del coche. Ya que, por
cuestión de precio, acordamos que él apareciera como tomador y yo como
conductora habitual. Por supuesto, el seguro va con cargo a mi cuenta bancaria desde que nos separamos.
Lo que todavía no sabe, es que cuando él va yo ya he vuelto.
Bueno, eso es ahora, ojala hubiese sido así hace muchos años, pero de
todos es sabido que el amor es ciego.
Por suerte ahora disfruto de los cinco sentidos.
La cuestión es que un día antes de que venciera el seguro yo ya lo
había cambiado de compañía, esta vez a mi nombre, evidentemente.
De modo que cuando, un mes después, me ha dicho -vía sms- “hace más de un mes que vas sin seguro de coche y bla, bla, bla...”, no
me he molestado en explicarle que en ese coche, a parte de mí, viaja nuestro
hijo. Que ese coche lo utilizo para ir a trabajar y poder darle de comer al
niño, puesto que hace ya muchos meses que él no se preocupa de esa menudencia,
lo cual no implica que al niño se le haya quitado la mala costumbre de comer a
diario con una frecuencia de tres a cinco veces, a lo que hay que añadir el
vicio de vestirse e ir al colegio, para lo cual, el muy insolente, utiliza
material escolar y todo. Y que de vez en cuando, el muy pillín osa ponerse
enfermo. Eso sí, los caprichos no se los puedo tolerar por muy de bazar chino
que sean.
La buena noticia es que El
Contrario, por fin, se ha trasladado a su nuevo destino. Aunque, a pesar de
los miles de kilómetros, va y viene como si nada.
[...Fragmento autocensurado temporalmente...]
Creía que no se iba ni con agua hirviendo.
La del Quinto también se debe de haber quedado respirando.
No creo que existan muchas prometidas, encantadas con la idea de que su futuro esposo cohabite con su ex pareja. Más aun cuando se es de las de "cree el ladrón que todos son de su condición", o si le diera por pararse a pensar en aquello de que "la cabra siempre tira al monte".
Creía que no se iba ni con agua hirviendo.
La del Quinto también se debe de haber quedado respirando.
No creo que existan muchas prometidas, encantadas con la idea de que su futuro esposo cohabite con su ex pareja. Más aun cuando se es de las de "cree el ladrón que todos son de su condición", o si le diera por pararse a pensar en aquello de que "la cabra siempre tira al monte".
A todo esto, cuando El Contrario vuelve al quinto, aprovecha mi horario de trabajo
para bajar al entresuelo y seguir llevándose cosas de casa.
Puede que ya se lo hubiera llevado antes, pero como ya hace frío, me
he dado cuenta hoy de que se ha llevado el edredón nórdico.
Me surgen varias preguntas:
¿Para qué lo quiere? Si dónde vive ahora nunca hace frío.
¿Lo facturaría para subir al avión? En tal caso le costaría una pasta, pues dado lo
voluminoso del mismo, no colaría como equipaje de mano.
¡Se lo ha subido al quinto!
Si yo fuera ella, La del Quinto digo, me
daría repelús dormir cubierta con el
mismo edredón que sirvió para calentar otros polvos.