Mi Hijo y yo elegimos una casita en La Costa da Morte, en un pueblecito pesquero. Nos gustó mucho que estuviera tan cerquita del mar.
Mi Madre también se viene de viaje. A parte de disfrutar de
las vacaciones con nosotros, me ayudará con el niño para que yo pueda centrarme
un poco en escribir, porque para ello necesito mis momentos de soledad.
Después
de que El Editor diera su aprobación al anticipo
que le envié de la novela, parece que todo mi entorno me está tomando un poco
más en serio.
Nuestra
perrita Curra también se viene, la
casa tiene un precioso jardín por el que podrá correr sin peligro de que se
coma la mitad del mobiliario.
En
el trabajo, prácticamente me quedaban todas las vacaciones por disfrutar, así
que serán tres semanas de dedicación a Mi
Hijo y a la novela.
De
momento intento seguir por donde me quedé con la historia, si luego hay que
cambiar algo, ya lo haré.
[…]
Cuando Serafín por fin se serenó, le contó a Amanda, largo y tendido, su historia con
Ramón. El mismo al que Serafín se comía a besos el día que ella se tropezó
con ambos en la puerta de los aseos del Pub Ulises.
No
es que ella se alegrara de verlo tan abatido, más bien se sentía feliz de
comprobar lo poco que le afectaba conocer toda esa historia que, a fin de
cuentas, había comenzado a fraguarse mucho antes de que Serafín la dejara.
También
se alegró de que esa conversación los volviera a acercar, esta vez sólo como
amigos.
Realmente
Serafín siempre había sido el mejor amigo de Amanda, lo de amante quizá fue un
suplemento.
Amanda
encontró una tableta de chocolate negro en uno de los armarios de la cocina.
Después de una situación de crisis como la que acababan de afrontar, no había
nada mejor que atiborrarse a chocolate.
Al
rasgar el papel que envolvía la tableta, el aroma inconfundible del cacao
penetró a través de su olfato hasta lo más hondo de las terminaciones nerviosas
del organismo de Amanda. De tal modo que se le erizó el vello de todo el cuerpo,
al tiempo que pensaba en su vecino.
-¿Qué
te pasa?
-Nada,
me ha dado un escalofrío, es esta corriente de aire que entra por la puerta de
la terraza cuando la ventana de la cocina está abierta.-Le contestó Amanda a
Serafín mientras cerraba los cristales.
-Ya
sabes dónde estoy, siempre que me necesites.
Se
despidieron con un abrazo sincero en la puerta.
Acto
seguido ella encendió su ordenador, se metió en Google y comenzó a buscar recetas de tartas de chocolate […]
Ya
tenemos todo preparado para el viaje, un taxi nos llevará a la estación de
tren.
Elegí
viajar por la noche, así Mi Madre y Mi Hijo podrán descansar en una litera
mientras yo paseo mi insomnio por los pasillos de los vagones.
Me
encanta contemplar el paisaje a través de las ventanas del tren cuando comienza a amanecer, es una
sensación mágica.
Tengo
una corazonada, este viaje nos vendrá muy bien.
Nos
acercamos a la estación, regreso a nuestro departamento y despierto suavemente
a Mi Hijo que ha dormido toda la noche
como un lirón.
Cuando
le digo que estamos llegando, su cara irradia felicidad e ilusión. Instantes
como este me dan fuerzas para media vida.
Después
de recuperar a Curra del tren,
desayunamos en una cafetería tranquilamente. Tenemos tiempo antes de coger el
autobús que nos llevará al pueblecito donde he alquilado la casa.