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lunes, 24 de noviembre de 2014

54. EN EL TREN


Mi Hijo y yo elegimos una casita en La Costa da Morte, en un pueblecito pesquero. Nos gustó mucho que estuviera tan cerquita del mar.
Todavía faltan unos días, pero estamos ansiosos organizando todos los preparativos.
Mi Madre también se viene de viaje. A parte de disfrutar de las vacaciones con nosotros, me ayudará con el niño para que yo pueda centrarme un poco en escribir, porque para ello necesito mis momentos de soledad.
Después de que  El Editor diera su aprobación al anticipo que le envié de la novela, parece que todo mi entorno me está tomando un poco más en serio.
Nuestra perrita Curra también se viene, la casa tiene un precioso jardín por el que podrá correr sin peligro de que se coma la mitad del mobiliario.
En el trabajo, prácticamente me quedaban todas las vacaciones por disfrutar, así que serán tres semanas de dedicación a Mi Hijo y a la novela.
De momento intento seguir por donde me quedé con la historia, si luego hay que cambiar algo, ya lo haré.

[…] Cuando Serafín por fin se serenó, le contó a Amanda, largo y tendido, su historia con Ramón. El mismo al que Serafín se comía a besos el día que ella se tropezó con ambos en la puerta de los aseos del Pub Ulises.
No es que ella se alegrara de verlo tan abatido, más bien se sentía feliz de comprobar lo poco que le afectaba conocer toda esa historia que, a fin de cuentas, había comenzado a fraguarse mucho antes de que Serafín la dejara.
También se alegró de que esa conversación los volviera a acercar, esta vez sólo como amigos.
Realmente Serafín siempre había sido el mejor amigo de Amanda, lo de amante quizá fue un suplemento.
Terminaron de comerse la ensalada.
Amanda encontró una tableta de chocolate negro en uno de los armarios de la cocina. Después de una situación de crisis como la que acababan de afrontar, no había nada mejor que atiborrarse a chocolate.
Al rasgar el papel que envolvía la tableta, el aroma inconfundible del cacao penetró a través de su olfato hasta lo más hondo de las terminaciones nerviosas del organismo de Amanda. De tal modo que se le erizó el vello de todo el cuerpo, al tiempo que pensaba en su vecino.
-¿Qué te pasa?
-Nada, me ha dado un escalofrío, es esta corriente de aire que entra por la puerta de la terraza cuando la ventana de la cocina está abierta.-Le contestó Amanda a Serafín mientras cerraba los cristales.
-Bueno,  me voy. Gracias por abrirme la puerta después de todo.
-Ya sabes dónde estoy, siempre que me necesites.
Se despidieron con un abrazo sincero en la puerta.
Acto seguido ella encendió su ordenador, se metió en Google y comenzó a buscar recetas de tartas de chocolate […]

Ya tenemos todo preparado para el viaje, un taxi nos llevará a la estación de tren.
Elegí viajar por la noche, así Mi Madre y Mi Hijo podrán descansar en una litera mientras yo paseo mi insomnio por los pasillos de los vagones.
Me encanta contemplar el paisaje a través de las ventanas  del tren cuando comienza a amanecer, es una sensación mágica.
Tengo una corazonada, este viaje nos vendrá muy bien.
Nos acercamos a la estación, regreso a nuestro departamento y despierto suavemente a Mi Hijo que ha dormido toda la noche como un lirón.
Cuando le digo que estamos llegando, su cara irradia felicidad e ilusión. Instantes como este me dan fuerzas para media vida.
Después de recuperar a Curra del tren, desayunamos en una cafetería tranquilamente. Tenemos tiempo antes de coger el autobús que nos llevará al pueblecito donde he alquilado la casa.

lunes, 17 de noviembre de 2014

53. EL EMAIL.


Después de hablar largo y tendido con La Experta contacté con El Contrario.
Hemos llegado a un acuerdo, que quedará firmado ante notario.
Ya no tendremos nada a medias. Ni deudas ni propiedades. A partir de que firmemos, el único lazo que  nos unirá será Nuestro Hijo.
Tras todo esto y sacando cuentas, el premio prácticamente se ha esfumado, aunque me quedo en la que ahora es MI CASA, con un cochecito nuevo a MI NOMBRE y sin deudas. Además de unos pequeños ahorrillos.
Ahora mi proyecto de futuro es cuidar de mi hijo –como he hecho siempre-, pero con mucha menos presión por poder garantizarle el bienestar.
Seguiré escribiendo, me lo voy a tomar mucho más en serio, me gustaría poder publicar mi novela –si es que consigo acabarla algún día-, bien sea a través de alguna editorial –cosa que creo harto difícil-, bien sea porque la publique yo misma.
Si gusta o no, eso ya será harina de otro costal.
En caso de conseguirlo, sólo me faltará montar en globo.
Como últimamente –tras todo lo que ha pasado-, no logro concentrarme en la escritura, tengo pensado hacer un viaje, probablemente al norte.
Alquilaré una casita en la costa las próximas vacaciones y nos iremos Mi Hijo, Mi Madre y yo.
Creo que unos paseítos por la playa y sentarme en las rocas a contemplar el mar, me ayudará a terminar de relajarme y que la inspiración fluya para que mi relato encuentre la senda correcta.
La última vez que escribí algo, me dejé a Serafín llorando en los brazos de Amanda, y a Ernesto esperando una invitación a café.
Estoy un poco atascada y para las vacaciones quedan un par de meses.
Iré anotando las ideas que se me vengan a la mente a ver si consigo enderezar la historia.

Si ayer precisamente pensaba en mi novela, hoy al abrir mi cuenta de correo me he encontrado con un email de El Vancuverita.
Me cuenta que le va bien, ha conocido a una chica y tienen planes de irse a vivir juntos.
A la vez que me alegro por él, no dejo de sentir una punzada en el corazón.
En cualquier caso, lo importante de su email no es eso, sino el que me pregunte por cómo va mi novela, pues resulta que ha hablado con su amigo El Editor y está dispuesto a echar un vistazo a lo que llevo escrito.
Ahora si que me he puesto nerviosa, tanta buena suerte me está asustando.
Me he acostumbrado de tal manera a las adversidades que cualquier buena noticia me hace pensar que tendré que pagar después un alto precio.
Intentaré espantar los pensamientos agoreros y confiar un poco más en que merezco que me pasen cosas buenas.
Tampoco voy a lanzar las campanas al vuelo, de momento sólo hay un editor que quiere hojear lo que estoy escribiendo.
Tomaré este asunto con prudencia.
Voy a ir perfilando lo que tengo hasta ahora y enviarlo a la dirección que me indica El Vancuverita.
Aunque primero voy a contestar a su email dándole las gracias por esta oportunidad y deseándole toda la felicidad del mundo con su nueva pareja.
Después me voy a sentar con Mi Hijo frente al ordenador, para elegir juntos la casita que vamos a alquilar en vacaciones, todavía faltan un par de meses para eso.

lunes, 10 de noviembre de 2014

52. EL HALLAZGO.

Un rayo de luz.
Eso es lo que me he encontrado hoy.
No soy de jugar a loterías  ni otros juegos de azar.
Supongo que las partidas de póker con unos amigos hace unos meses no cuentan, porque tuvimos que leernos las reglas del juego antes de empezar la primera mano.
Yo terminé ganando después de inventarme nuevas combinaciones de cartas, fruto del desconocimiento del juego y de la inocencia de mis contrincantes.
Aunque jugábamos con fichas de plástico, tuvo su emoción.
La cuestión es que esta mañana he visto en mi monedero un boleto de Bonoloto, que debí jugar no sé cuantas semanas atrás.
He comprobado los números en Internet, por no tirarlo a la papelera directamente –tanta es la confianza que tengo en mi propia suerte-, y parece que tiene premio.
Por lo menos eso es lo que pone en la página web que estoy mirando.
Antes de dar saltos de alegría, ni nada por el estilo, he mirado la fecha del boleto, si llego a tardar quince días más en encontrarlo se hubiera caducado.
De la cifra del premio no quiero ni hablar, no me fío nada de lo que dice la pantalla del ordenador.
Así que me voy directamente al banco o a la administración de lotería donde tenga que ir, porque esto me quema en las manos, por no hablar del corazón que se me sale por la boca.
En el trabajo he dicho que tengo que salir a hacer una gestión personal, no he mencionado nada más.
Finalmente me he decidido por el banco. No me importan ahora las comisiones ni cosas por el estilo, lo que me interesa es poner este papelito a buen recaudo por si resulta estar premiado de verdad.
Por suerte no hay nadie en la sucursal, a parte de los empleados. Y además está El Director, que me saluda amablemente. Se nota que es nuevo en esta oficina, no sabe que soy la de la hipoteca impagada –la de los yenes japoneses-, pues sólo he hablado con él de ese tema por email.
Nos sentamos en su despacho, él hace un gesto con la cara, como diciendo ¿y bien?
Decido empezar por decirle quien soy. Su cara ahora ya no es tan amable, aunque sí denota cierto afán de analizar mi persona.
No le doy opción a que hable mucho, le digo que creo que vengo con una solución.
De nuevo relaja el rostro, aunque no demasiado, me está mirando con cara de escepticismo y observando con extrañeza qué es lo que busco en mi monedero.
Cuando saco el boleto de Bonoloto, sus ojos adquieren un brillo codiciosamente antinatural.
Sé que me lo estoy imaginando, pero diría que hasta saliva.
Le empiezo a explicar lo del hallazgo del boleto y que he comprobado los números en Internet, pero que aun no lo sé a ciencia cierta. La  decepción se refleja en su rostro.
Ese hombre serviría para el cine o el teatro, ¡qué repertorio de registros en tan poco rato!
Aunque creo que quiere creerme, sobre todo porque si no me cree y resulta ser cierto, me iré con el boleto a otra parte, es decir, a la competencia.
Por no hablar del marrón que le solucionaría si todo es verdad.
Pasaría de ser una clienta morosa a una acaudalada clienta.
El Director hace unas llamadas telefónicas delante de mí, confirma los números por teléfono, le empiezan a temblar las manos. Me he dado cuenta porque ha ido a pasar el boleto por fax y no acierta con las teclas del aparato.
Esperamos unos minutos -que se hacen eternos-, completamente en silencio, sin mirarnos siquiera.
Suena el teléfono. Confirmado, el boleto está premiado.
Su cara ahora es de sumisión hacia mí, diría yo.
Me recuerda a mi perrita Curra cuando me mira con ojitos de “dame un premio, dame un premio”.
Es hora de hablar de negocios.
Llamo al trabajo para decir que me voy a retrasar más de lo esperado.
Cuando salgo del banco me siento muy liviana. Más que andar, floto rumbo hacia el coche.
De camino al trabajo llamo a mi madre ¡benditos manos libres!
Le cuento lo que me ha pasado y mi conversación con El Director. Le digo que me ha tocado mucho dinero, pero que en realidad no es tanto si tenemos en cuenta las deudas que acarreo.
También le digo que me da igual quedarme sin nada, porque si lo pienso bien, todavía nada tengo y mi primera intención es no deber nada a nadie.
Al llegar al trabajo lo comento con una de Las Compañeras, necesito hacerlo, sé que me guardará el secreto –al menos de momento-, porque pienso seguir trabajando, pues no sé si me quedará algo del premio después de saldar cuentas.
Por lo tanto, mi plan de vida es solucionar problemas y seguir como hasta ahora, después ya veremos.
Todo esto tiene una consecuencia ineludible, y es que después de que me reúna con La Experta tendré que hacerlo con El Contrario.

domingo, 2 de noviembre de 2014

51. PENSAMIENTOS Y DESVARIOS.


Mi mente  y mi cuerpo parecen que encuentran sosiego.
Hace meses que no tengo ningún achaque raro, eso es positivo. Habiendo gozado siempre de buena salud, quiere decir que todo vuelve a la normalidad.
En estos últimos años no he dejado de salir con mis amigos y distraerme como he podido. Eso también me ha ayudado bastante.
Cada vez más, todo parece un mal sueño del que puedo despertar. Con TODO me refiero al paso de El Contrario por mi vida y al solar que dejó en ella, donde el factor sentimental ha sido el menor de mis quebraderos de cabeza.
Me faltaba encontrar algo a lo que dedicar mi poco tiempo libre, algo en lo que poder proyectar lo que llevo dentro.
La novela -o proyecto de novela-, parece una buena apuesta.
No sé si llegaré a terminarla, pero me permite realizarme en algo que siempre me gustó. Escribir.
De una forma o de otra, la escritura ha formado siempre parte de mí.
Empezó en unas vacaciones de verano cuando era pequeña. Mi mejor amiga de la infancia y yo nos intercambiamos alguna carta, contándonos nuestras aventuras, desde nuestros respectivos destinos.
¡Una carta! Hoy en día nadie escribe cartas.
Yo tengo cajas llenas de decenas de ellas, incluso diría algún ciento.
Amigos de mi propia España, amigos de Holanda, Polonia, Canadá…
Después llegaron los emails, los chats, los sms, el Whatssap…y se acabaron las cartas y las postales de Navidad.
A parte de escribir cartas tenía mi diario, o más bien mi libreta de reflexión. También guardo varias de ellas repletas de pensamientos, vivencias y ocurrencias.
Reencontrarme con la escritura ha sido como una liberación, porque además de la novela he vuelto a mi libreta de pensamientos y desvaríos.
Poder soltar lo que se lleva dentro de la cabeza es como quitarle la válvula a la olla express para que suelte el vapor.
Vuelvo con la novela ¿tendrá esto alguna repercusión?

[…] Cuando Amanda y Ernesto llegaron a su edificio ella insistió en devolverle el importe de la compra, él se negó una y otra vez.
-Invíteme un día a un café y estamos en paz.
-Tendré que invitarle a unos cuantos para saldar mi deuda o a uno muy bueno acompañado de un buen pastel.
-Le tomo la palabra, me ha gustado su propuesta del pastel ¿de chocolate?
Amanda se volvió a poner roja al recordar el trozo de ladrillo cayendo en el chocolate de Ernesto aquella misma mañana. Algo que a él no le pasó desapercibido, no pudiendo evitar reírse.
Del ascensor colgaba un letrero en el que se podía leer AVERIADO, así que los dos comenzaron a subir por la escalera, él se quedó una planta antes que ella.
-Gracias por la compra.-Le dijo Amanda antes de continuar subiendo peldaños.
-Gracias a usted por el paseo ¿me dará una copia de la foto?
-¿Foto?
-La que me hizo en el parque.
Amanda ya había perdido la cuenta de las veces que el rubor había coloreado su cara ese día, Ernesto ahora reía a carcajadas.
Ella subió el último tramo de escaleras de dos en dos. Al llegar a su puerta se le cortó la respiración.
-Serafín ¿qué haces tú aquí?
-Necesito hablar contigo.
Se le veía abatido.
-¿Has comido? -Le preguntó Amanda.
-No.
-Pasa, prepararé una ensalada.
Amanda se dirigió a la cocina y soltó la bolsa de la compra en la encimera con aire enfadado, mientras Serafín la seguía como un cachorro indefenso.
-¿A qué debo este honor? ¿Quién te ha dado mi dirección? No me lo digas, ha sido Elvira. Tampoco es que le pidiera que no te dijera nada, pero la verdad es que me molesta, por lo menos podría haberme preguntado. Bueno, y bien ¿qué necesitas? ¿Te dejaste algo en el piso que quisieras llevarte? Porque prácticamente lo dejé todo allí…
-¡Amanda!- Serafín intentó hablar con la voz más firme que pudo mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
-¿Estás llorando? ¿Qué te pasa?
Ella suavizó su tono y se lo quedó mirando asombrada de verlo así, no recordaba haberlo visto llorar nunca, salvo con alguna película tonta.
-¡Me ha dejado, Amanda! ¡Me ha dejado!
Amanda respiró hondo para calmar su propia rabia y se apiadó de él, dejándolo llorar desconsolado entre sus brazos […]

Me está dando por el melodrama y no sé si es lo más idóneo. Creo que la próxima vez que vaya a ponerme a escribir, antes veré una película de los Monty Python o algo así.