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lunes, 30 de diciembre de 2013

7. GRAFFITIS Y CÓDIGOS DE BARRAS.



En esta convivencia de chiste, sigo siendo yo la que va a la compra para llenar la nevera y proveer de productos de higiene personal y limpieza el “hogar”.

Después le paso los tickets de compra a El Contrario, que se toma sus días para aprobar el gasto. Tras acumular unos diez justificantes de compra o más, y tras varias semanas de reclamaciones por mi parte, me da la mitad de lo que gasté.

No sin antes haberse reído varias veces en mi cara cuando le digo que me hace falta el dinero, que no puedo poner yo siempre todo por adelantado, porque para eso tengo que pedir prestado.

Algo similar sucede con los recibos de la luz, agua y resto de suministros, por no hablar de seguros, impuestos e hipoteca.

El tema de la limpieza también se las trae, porque soy la única que limpia y he de decir que, aunque a menudo El Contrarioduerme” en el quinto, prefiere ducharse y dejar sus desechos en el entresuelo.

Teniendo en cuenta que caga más que una moscarda, a lo que se añade que no tiene por costumbre borrar los graffitis que deja en la taza del váter, calculo que mi paciencia no aguantará mucho más.

Esta situación no va para delante, para ser sincera con el asunto, la cosa va en picado.

Por si todo esto fuera poco, la reclamación de Hacienda ya es un hecho consumado.

Estoy a la espera de recibir la correspondiente carta de pago que, con toda certeza, superará el millón de las antiguas pesetas.

Ahora me viene a la mente la canción de Juanito Valderrama y Dolores Abril que decía -¡Mi peseta! ¡Mi peseta! ¿Qué le pasó a mi peseta, que ahora vale dos reales? ¿Qué le pasó a mi peseta? ¡Por la gloria de mi mare!-.

Mientras tanto, he enviado por correo decenas de cartas con códigos de barras: con la leche Asturiana sortean sesenta mil euros, con el Nesquik y los cereales Nestle cien mil, luego está el sueldo de dos mil euros al mes para toda la vida de Nescafé

¡Qué bonito es soñar! Si ya lo decía Pedro Calderón de la Barca; - […] que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son-.


lunes, 23 de diciembre de 2013

6. 15 DE AGOSTO DE 2009

Ya no te quiero. Fue lo que me dijo El Contrario esa mañana, cuando aun estábamos en la cama, justo después de hacer el amor, mientras nuestro hijo veía los dibujos en el salón.

Un mal polvo supongo.

Esa fecha tan señalada, por ser festivo nacional, se situaba en el calendario varias semanas después del hallazgo de la carta y la compra del dichoso pollo,

Mi primera reacción fue de sobrada. Venga vale, hacemos números y cada uno por su lado.

Más me valdría haberme plantado ahí, pero no, después vino la segunda reacción, si, la patética. La de arrastrarme suplicando a sus pies.

Un consejo, si os veis alguna vez en esta tesitura, no solo no funciona, sino que además es un espectáculo por el que la otra parte ni siquiera paga entrada.

Conseguí un aplazamiento de dos semanas para su sentencia final. La misma que ahora se está convirtiendo en una condena a cadena perpetúa ya que cuesta horrores rehacer la vida cuando el pasado sigue roncando tras el tabique de mi dormitorio.

Y gracias a que ahora, por lo menos, media un tabique entre los dos, porque resultó que no se iba de la cama conyugal ni con agua caliente. Hubo que comprar otra cama para poder mudarme a mi habitación de "desprometida", la que antes era el estudio y que está entre la conyugal y la de mi hijo.

La misma tarde de ese 15 de agosto, me dediqué a buscar por Internet viajes para solteros/as con niños. De vueltas con lo práctico, no iba a renunciar a mis vacaciones por convertirme en separada de la noche a la mañana.

Supongo que el destino se encuentra mientras sigues caminando.

Un poco escéptica me registré en una página de ocio para singles (lo que vienen siendo, divorciados/as y solteros/as de toda la vida, vamos). Me pareció una idea genial no tener que enfrentarme a la soledad a la hora de ir al cine o salir a tomarme un café.

Lo de la página de ocio debió de parecerle muy pecaminoso a El Contrario, porque va diciendo por ahí que quedé con un grupo de singles en un café antes de que pasara un mes de "nuestra" ruptura, que esa es la pena que yo tengo.

Nada comparable a beneficiarse a La del Quinto cuatro plantas más arriba.

martes, 17 de diciembre de 2013

5. LA DEL QUINTO



Ella es una chica muy interesante, porque  no mea ni hace pipí, ella orina. Tampoco hace caca ni caga, ella hace de cuerpo.

Deben ser el tipo de detalles que la hacen una mujer irresistible.

La conocí cuando vino a mi casa (mi segunda vivienda con El Contrario, la de la hipoteca en yenes japoneses) a fisgonear. Creo que fue la primera persona en conocer los nombres de la mayoría de los vecinos, cómo estaban decoradas nuestras casas, en qué trabajábamos e incluso a qué dedicábamos nuestro tiempo libre, como cantaba José Luis Perales.

Eso es toda una hazaña teniendo en cuenta que el complejo consta de ciento tres viviendas.

He de reconocer que sucumbí a sus encantos y me cayó bien desde el primer día, en menos de un año compartíamos confidencias como las mejores amigas.

Por eso cuando su chico la dejó, después de toda una vida juntos, no dudé en escucharla, prepararle tilas, sujetarle la frente para que vomitara en mi water e intentar consolarla lo mejor que pude. No obstante y dado que yo tenía un hijo pequeño al que atender, en ocasiones le decía a El Contrario que subiera al quinto a ver cómo se encontraba, pues me tenía preocupada. Incluso los animé a que salieran juntos a correr, en lugar de hacerlo por separado (no hace falta que el lector disimule la risa, ya sé lo que está pensando).

Ella me recuerda a Rebecca de Mornay en La mano que mece la cuna. Es pensar en La del Quinto y los pelos se me ponen como escarpias.

Aunque es bonito recordar algunos momentos vividos cuando aun creía que era mi amiga. Como ese día en que al abrir la puerta de casa, cuando tocaron al timbre, me la encontré arregladísima y me preguntó si necesitaba algo, pues iba a comprar al Mercadona. Yo le dije lo bien que iba y que eso era lo que tenía que hacer, ponerse guapa hasta para ir al súper y no hundirse porque la hubiera abandonado su chico.

Obviamente se vistió así pensando en que fuera  El Contrario el que abriera la puerta pues yo estaba con la pierna escayolada por aquel entonces.

O ese momento en que le ofrecí un trozo de tarta de la abuela, que yo había hecho, y dijo que no hacía falta que ensuciara otro plato para ella, que comía del plato de  El Contrario. Éste no se quejó con lo escrupuloso que siempre ha sido.

Ahora lo recuerdo y pienso lo bien que se lo debieron pasar en esos y otros momentos parecidos. Sólo tengo que echar un vistazo a algunas fotos para ver lo que no vi y siempre estuvo delante de mis narices. No será porque no me lo avisaran familiares y amigos, pero yo les respondía en tono despreocupado, como quien confía plenamente en la humanidad, ¿qué puedo perder?¿una amiga?¿a mi pareja?.

Pues no amigos. Esto es como la frase aquella que decían antes las suegras, no he perdido a un hijo he ganado a una hija,  cuando sus hijos se casaban. Pues yo no perdí a mi pareja,  aunque ya no lo sea, porque vivimos bajo el mismo techo y tampoco perdí a una amiga, aunque ya no lo sea, porque sigo teniéndola de vecina en el quinto.

martes, 10 de diciembre de 2013

4. INTERNET, EL CONTRARIO Y YO

El Contrario…empecé a llamarlo así cuando no sabía si era mi ex pero tenía claro que ya no era mi pareja. 

Entonces me costaba ponerle un apelativo y su nombre se me atragantaba si lo mencionaba en alguna conversación. 

Fue una de mis amigas la que me dio la solución. Me pareció muy acertada. 

Internet ha sido, sin duda, un factor determinante en mi vida. 

Mis primeras andanzas con Internet fueron en casa de mi madre, donde antes de conectarse había que echar cien pesetas a un bote (cien pesetas por hora), evitando así los sustos cuando llegaba la factura. 

La mayor parte del tiempo lo desperdiciaba esperando a que se cargara la página que quería visitar. Y, cuando por fin lo hacía, me caía de la red. Aun así era divertido. 

Fue a través de Internet, mientras mataba el tiempo entre clase y clase en la universidad, cuando conocí a El Contrario. 

Me hace gracia pensar que ni siquiera me cayó especialmente bien, pero aburrirse puede ser muy contraproducente. 

Aun desconozco qué nos hizo conectar. Puede que fuera la coincidencia de que en nuestra primera cita calzásemos el mismo modelo de botas de montaña. Puede que fuera el que me llamase princesa como la perra de mi primo, o preciosa como la perra del asesino-psicópata de El silencio de los Corderos. 



Ese primer día fuimos al cine a ver una película titulada Very bad things, debí intuir un  mal comienzo en nuestra relación. 

Pues bien, El Contrario me pidió matrimonio el día en que se cumplía el décimo aniversario de aquella primera cita. O lo que es lo mismo, seis meses antes de que yo desdoblara aquel folio mientras lo esperaba en el coche a que llegase con el pollo. 

Me regaló un anillo de compromiso precioso, el mismo que conservo como los ahorros en una hucha, pues nunca se sabe cuándo pueden hacer falta. 

Yo y mi sentido práctico, porque en las películas suelen tirar la alianza por un puente al río o la lanzan desde un muelle al mar. Debe ser mucho más liberador pero no deja de ser un desperdicio. 

El Contrario me hace pensar en la película Blade Runner, seguro que Harrison Ford le haría el test de Voight-kampff y el resultado pondría de manifiesto que es un replicante carente de empatía alguna. Aunque me da la risa al comparar la persecución entre Rutger Hauer y el propio Harrison, si sustituyéramos a Rutger por El Contrario.


martes, 3 de diciembre de 2013

3. EL POLLO



Siempre me voy a acordar de aquel pollo que El Contrario fue a comprar a Mercadona, mientras lo esperaba en el coche, pues yo tenía una pierna escayolada.

No hay nada más tonto que levantarse de la cama con un pie dormido, que éste te falle al apoyarlo en el suelo y te hagas un esguince de campeonato a las cinco y media de la madrugada.

Ahí estaba yo, esperando en el coche y buscando algo que leer para entretenerme; un folleto de IKEA, propaganda del banco, un folio mal doblado en cuatro... A veces las cosas más absurdas son capaces de despertar un interés extraño.

Desdoblé el folio, contenía un texto escrito en Word, encabezado por una fecha reciente y el nombre y apellidos de mi amiga, La del Quinto. Me recordó a los deberes del colegio.

Era una carta de amor para El Contrario.

Esa misma noche habíamos quedado a cenar con unos amigos en casa, entre ellos La del Quinto. Llegados a este punto, a ésta en concreto, ya no la consideraba amiga por una cuestión de principios.


Con la intención de cerciorarme de que no alucinaba en colores, le dije a El Contrario que me acercaba a casa de Los Vecinos, a preguntarles qué iban a traer ellos para la cena y así no repetir platos (patética estampa la mía, muletas en mano y carta de amor oculta en el bolsillo).

Los Vecinos, a parte de eso, son también unos muy buenos amigos. 

Puede que ésto empiece a parecerse a Melrose Place, aunque garantizo que ninguno, y digo ninguno, de nosotros está tan bueno como los protagonistas de la serie.

Los Vecinos me confirmaron que en el folio doblado en cuatro ponía exactamente lo que yo había leído, simultaneamente perdían pigmentación en el rostro por momentos.

No se suspendió la cena y no comenté nada a ninguno de los implicados durante la velada. Soy morbosa, lo he de reconocer, necesitaba verlos sabiendo lo que sabía pero sin que ellos supieran nada, claro. 

Una vez que cada mochuelo estuvo en su olivo y sacado el tema a relucir, El Contrario se explicó diciendo que La del Quinto se había confundido, que no pasaba nada.

 
Realmente no pasó nada. Ellos siguen su idilio en el quinto y El Contrario sigue cohabitando conmigo en el entresuelo.

Cosas de la crisis económica supongo.