Traductor -Translate

lunes, 20 de octubre de 2014

49. EL CHOCOLATE

Aprovechando la serenidad de estos días, mi hijo y yo estamos compartiendo unos momentos extraordinarios de complicidad.
Hay momentos en los que me resulta complicado responder a todas las preguntas que me plantea, respecto a la vida en general y respecto a nuestras vidas en particular.
Me sorprendo de lo rápido que está madurando mentalmente, aunque a veces también me preocupa el mundo interior que guarda y que no exterioriza tanto como a mí me gustaría.
Tiende a reclamar mi atención en extremo.
Supongo que cuando se decide ser madre –o padre- creemos que seremos capaces de proteger a nuestros hijos de cualquier dolor físico o emocional.
A medida que van creciendo te das cuenta de que hay que tener un buen botiquín siempre a punto, para untarles pomada en los chichones y ponerles Tiritas en el corazón.
Hace unos minutos que se ha acostado, no sin antes haberle cantado –como cada noche- una canción.
El silencio vuelve a invadir esta casa, un silencio que asorda.
Será mejor que escriba un poco, a ver si así me atrapa el sueño.

[…] Amanda se adaptó enseguida a su nuevo apartamento.
Abandonar el que había compartido durante años con Serafín estaba siendo como una especie de catarsis para ella.
Se alegró de haber elegido ese apartamento y no otro. Le gustaba desayunar en la terraza, envuelta en una manta, sujetando con ambas manos su taza de café con leche muy caliente, mientras contemplaba la ciudad.
Ya empezaba a mejorar el tiempo, la primavera se estaba abriendo camino.
A pesar de que era sábado, Amanda había decidido levantarse temprano esa mañana, quería salir a hacer fotografías. Caminar y disparar sin saber a qué de antemano.
Estaba disfrutando de su "momento-terraza-matutino" cuando un ruido  captó su atención. Provenía de abajo.
Se asomó por el murete de la terraza.
De la ventana del piso situado justamente debajo del suyo, asomaban unas manos masculinas que sujetaban lo que parecía una taza de chocolate caliente.
Si, era chocolate, le llegaba el aroma.
Amanda se puso de puntillas y se inclinó un poco más para ver mejor.
El movimiento y la fricción de su cuerpo contra el murete, provocó que se desprendiera un trocito de ladrillo, que fue a caer justo en la taza que asomaba por la ventana de abajo.
Amanda se quedó paralizada por un segundo, exactamente el mismo que tardó el propietario de la taza y las manos, en asomar su cabeza y mirar hacia arriba.
Era el mismo vecino que había llamado a su puerta unos días atrás para quejarse del ruido que ella y Elvira estaban haciendo al arrastrar los muebles durante su mudanza.
Como un acto reflejo Amanda se echó hacia atrás, aunque no con la suficiente rapidez como para no ser vista por su vecino.
Las mejillas de Amanda elevaron su temperatura un mínimo de tres grados y ascendieron varios tonos en la gama del rojo.
¡Menudo comienzo en la comunidad de vecinos! Pensó Amanda.
Cuando se le pasó el sobresalto, se duchó, se puso unos vaqueros, una sudadera y unas zapatillas de deporte. Se recogió el pelo en una coleta, cogió su cámara de fotos y salió rumbo a la calle. No sin antes cruzar los dedos para no tropezarse en la escalera con su vecino, el del chocolate.
La mañana se le fue sin apenas darse cuenta, su nuevo barrio era pintoresco.
El objetivo de su cámara captó bastante detalles que llamaron su atención.
Un par de disparos más y vuelvo a casa. Pensó Amanda.
Se detuvo en un parque cercano. Un par de ardillas subían y bajaban de los árboles buscando algún resto de comida en los alrededores de las papeleras.
Amanda las seguía a través de su objetivo, divertida por sus rápidos movimientos.
Entonces el objetivo de su cámara se detuvo en un hombre que leía el periódico en uno de los bancos del parque.
El hombre bajó el periódico en ese momento, como intuyendo el estar siendo observado.
¡No podía ser, era su vecino! […]

Me he estancado con el vecino de Amanda, dado mi estado de ánimo no sé si convertirlo en su futuro amante, en un psicópata o en ambas cosas.
Mejor dejo la escritura para otro momento o me pasaré a la novela negra, cosa que no deseo, teniendo en cuenta que mis intenciones iniciales eran las de la novela ñoña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario