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martes, 7 de octubre de 2014

47. ¿LO CONOCE, SEÑORÍA?

Otro juicio, otro juzgado.
Mientras espero junto a La Experta nuestro turno, pienso si alguna vez acabará esta comedia desprovista de gracia.
Si algún día El Contrario será tan feliz con su nueva vida como para olvidarse de mi existencia.
De nada sirve caer en la desesperación, esto es lo que hay y con esto hay que seguir.
La Experta me nota nerviosa y -para que compruebe por mi misma que no será para tanto-, pasamos a la sala como público de los juicios que preceden al mío.
El primero es por una disputa entre vecinos, poca cosa. En el segundo, dos policías entran a la sala escoltando a la acusada que va esposada. La sientan en el banquillo, y cada una de las policías a cada uno de sus lados.
Se trata de una mujer drogadicta que se llevó prestados unos cuantos objetos de una ambulancia, aprovechando un descuido de los sanitarios que la atendían.
Es mi turno. Ocupo el mismo banquillo que la mujer drogadicta. No debo ser tan peligrosa, porque ni me ha tenido que traer la policía, ni voy esposada.
Aunque no sé por qué,  me parece que a alguno, ganas de que ello hubiera sucedido no le han faltado.
Empieza el espectáculo.
Primero habla el acusador.
A pesar de lo ultrajada que me siento en esta posición, no puedo evitar sentir pena por El Contrario. En su relato les cuenta a la jueza y al fiscal el desarrollo de nuestra primera cita.
- Nos conocimos por Internet, quedamos en el bar Tal que está en la calle Cual. ¿Lo conoce, señoría?
Intenta convencerles de lo mala que soy y que a pesar de ello siempre me respetará por ser la madre de su hijo.
Les dice que me apropié indebidamente de algo que es suyo, porque en ese algo pone su nombre.
Llega un momento en que la jueza y el fiscal tienen cara de estar esperando que un agujero se abra bajo los pies de El Contrario y que desaparezca de su campo visual. Debe ser una apreciación mía.
Cuando llega mi turno -el de la acusada, el de quien está ocupando el mismo banquillo que anteriormente ocupó la yonqui esposada, el de la madre del hijo de El Contrario-, le pregunto a su señoría si yo también tengo que empezar mi declaración desde el principio de los tiempos. Creo acordarme bien de la Teoría del Big Bang, aunque no sé si preferirá la de Adán y Eva.
Por suerte para mi, no es necesario. Ósea que puedo ir al grano.
Siempre he sido de resumir y esquematizar, así que directamente les explico cómo lo supuestamente apropiado de manera indebida ha sido costeado también por mí a partes iguales, cómo llegamos al acuerdo de que yo hiciera uso de ello y cómo El Contrario sólo nos ha hecho a todos estar aquí hoy, para darme una lección y demostrarme como se juega a su juego.
No sé cómo he sacado la energía necesaria para contestar con firmeza al abogado de El Contrario, que iba de duro.
Al final, el fiscal ha pedido mi absolución y el juicio ha quedado visto para sentencia. Ahora toca esperar.
Gracias a las palabras de La Experta y sus apreciaciones de cómo ha transcurrido el juicio, me voy más tranquila a casa.
Hoy no estoy para más historias, Amanda tendrá que esperar.

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