Después de este segundo juicio –y a la espera de la sentencia-, vuelvo a disfrutar una vez más, de unos días de calma.
Siempre
desde la incertidumbre de cómo se atarán todos los cabos sueltos de mi vida;
deudas impagadas, un posible desahucio, amores inciertos…
Mi
tabla de salvación es la obligación y mis ganas de proporcionarle a mi hijo la
seguridad de que todo irá bien, en la medida en que ello dependa de mí.
Mi
historia con El Vancuverita, ha sido
una aventura emocionante. Después de despedirnos el otro día, hemos hablado por
Skype. Lo nuestro no puede ser, fue
bonito mientras duró.
Hay
cierto desconsuelo en mi corazoncito, pero pasará.
Aprovecho
para recapitular sobre mi novela y me doy cuenta de que dejé a la protagonista
un poco malparada la última vez que escribí algo.
[…]
Amanda necesitó casi una semana para reponerse del susto que le dio Mimoun.
Estaba
bastante oxidada en cuanto al tema de las distancias cortas entre hombre y
mujer, debió de haberlo visto venir.
En
cualquier caso, Elvira se rió bastante con la historia cuando su amiga se la
contó un par de días después.
-Vas a necesitar unos cuantos consejos, no puedes ir de dulce corderita por la
vida, hay mucho lobo al acecho y tienes que aprender a identificarlos.-Le
aconsejó Elvira.-Ahora vuelves a estar en circulación, más vale que espabiles.
-Pero si yo no quiero absolutamente nada con ningún hombre, por lo menos de aquí
a mil años. –Lloriqueó Amanda.
-No tienes ni idea, amiga. El día que menos te lo esperes, donde menos te
imaginas, se cruzará en tu camino un hombre por el que babearás, y entonces
tendrás que saber lo qué haces.
Las
dos amigas terminaron de colocar los muebles que Amanda había aprovechado de su
antiguo apartamento.
Agotadas,
se dieron un respiro tomándose un Martini
en la acogedora terraza. El silencio se apoderó del ambiente, entonces se
escuchó el timbre de la puerta.
Ambas
se miraron con cara de incertidumbre, Amanda se levantó con desgana para ver quién era.
Cuando abrió la puerta, se encontró con un hombre algo mayor que ella, de ojos claros y rostro
amable.
-¡Hola! Siento molestar, soy el vecino de abajo.
-¡Hola! –Contestó Amanda sin fuerzas para alargar la frase.
-Me preguntaba si le queda mucho para dejar de arrastrar muebles, son las once
de la noche y mañana madrugo.
Amanda
se sonrojó, habían perdido la noción del tiempo.
-Esto… si, lo siento, no me había dado cuenta de la hora que es. Ya hemos
terminado.
-Buenas noches, entonces.
El hombre se dio la vuelta y se fue.
Amanda
se quedó unos segundos de pie con la puerta abierta.
Elvira
sobresaltó a Amanda cuando apareció a su espalda.
-¿Quién era?
-Nadie.
-Bueno chica, yo me voy. La próxima vez que te mudes no cuentes conmigo.- Le
dijo a Amanda dándole un beso en la mejilla, antes de salir por la puerta
todavía abierta. […]
Tengo
que reconocer que después de estos días pasados, con subidas y bajadas de
adrenalina, estoy un poco alicaída.
Voy
a coger el libro que me estoy leyendo y a acostarme. Espero que la lectura de Juego de Tronos me ayude a conciliar el
sueño.
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