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lunes, 13 de octubre de 2014

48. NADIE.


Después de este segundo juicio –y a la espera de la sentencia-, vuelvo a disfrutar una vez más, de unos días de calma.
Siempre desde la incertidumbre de cómo se atarán todos los cabos sueltos de mi vida; deudas impagadas, un posible desahucio, amores inciertos…
Mi tabla de salvación es la obligación y mis ganas de proporcionarle a mi hijo la seguridad de que todo irá bien, en la medida en que ello dependa de mí.
Mi historia con El Vancuverita, ha sido una aventura emocionante. Después de despedirnos el otro día, hemos hablado por Skype. Lo nuestro no puede ser, fue bonito mientras duró.
Hay cierto desconsuelo en mi corazoncito, pero pasará.
Aprovecho para recapitular sobre mi novela y me doy cuenta de que dejé a la protagonista un poco malparada la última vez que escribí algo.

[…] Amanda necesitó casi una semana para reponerse del susto que le dio Mimoun.
Estaba bastante oxidada en cuanto al tema de las distancias cortas entre hombre y mujer, debió de haberlo visto venir.
En cualquier caso, Elvira se rió bastante con la historia cuando su amiga se la contó un par de días después.
-Vas a necesitar unos cuantos consejos, no puedes ir de dulce corderita por la vida, hay mucho lobo al acecho y tienes que aprender a identificarlos.-Le aconsejó Elvira.-Ahora vuelves a estar en circulación, más vale que espabiles.
-Pero si yo no quiero absolutamente nada con ningún hombre, por lo menos de aquí a mil años. –Lloriqueó Amanda.
-No tienes ni idea, amiga. El día que menos te lo esperes, donde menos te imaginas, se cruzará en tu camino un hombre por el que babearás, y entonces tendrás que saber lo qué haces.
Las dos amigas terminaron de colocar los muebles que Amanda había aprovechado de su antiguo apartamento.
Agotadas, se dieron un respiro tomándose un Martini en la acogedora terraza. El silencio se apoderó del ambiente, entonces se escuchó el timbre de la puerta.
Ambas se miraron con cara de incertidumbre, Amanda se levantó con desgana para ver quién era.
Cuando abrió la puerta, se encontró con un hombre algo mayor que ella, de ojos claros y rostro amable.
-¡Hola! Siento molestar, soy el vecino de abajo.
-¡Hola! –Contestó Amanda sin fuerzas para alargar la frase.
-Me preguntaba si le queda mucho para dejar de arrastrar muebles, son las once de la noche y mañana madrugo.
Amanda se sonrojó, habían perdido la noción del tiempo.
-Esto… si, lo siento, no me había dado cuenta de la hora que es. Ya hemos terminado.
-Buenas noches, entonces.
El hombre se dio la vuelta y se fue.
Amanda se quedó unos segundos de pie con la puerta abierta.
Elvira sobresaltó a Amanda cuando apareció a su espalda.
-¿Quién era?
-Nadie.
-Bueno chica, yo me voy. La próxima vez que te mudes no cuentes conmigo.- Le dijo a Amanda dándole un beso en la mejilla, antes de salir por la puerta todavía abierta. […]

Tengo que reconocer que después de estos días pasados,  con subidas y bajadas de adrenalina, estoy un poco alicaída.
Voy a coger el libro que me estoy leyendo y a acostarme. Espero que la lectura de Juego de Tronos me ayude a conciliar el sueño.

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