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lunes, 9 de junio de 2014

30. BUENO Y MALO

¡Segundo día en Vancouver, al suroeste de la costa pacífica canadiense y perteneciente a la provincia Columbia Británica!
¡Ah!¡He amanecido pletórica!
Poco a poco me voy habituando a la nueva franja horaria.
Anoche, antes de acostarme, llamé a casa de Mi Madre y hablé con mi hijo. Está contento. Mi Madre no tanto, la perrita Curra -por lo visto-, ha descuartizado algún cojín y mordido un mueble.

La jornada se presenta llena de expectativas. Mientras Mi Hermana Pequeña ya ha iniciado su actividad como miembro del equipo de La Película que se exhibirá en el VLAFF, yo estoy preparada para iniciar la mía como turista despistada.
Por suerte contaré con la compañía de El Vancuverita. He quedado con él en el Bel Café, que está en el Rosewood Hotel Georgia. Creo que El Vancuverita ha adivinado mi torpeza como turista y me lo ha puesto fácil, ya que ese café se encuentra en la misma calle del hotel en el que me alojo con mi hermana.
¡Me gusta que me de facilidades!

Hemos llegado a la vez, así que no me ha dado tiempo a ponerme excesivamente nerviosa.
Entre su castellano chapurreado y mi inglés de los montes hemos conseguido saber que ninguno de los dos habíamos desayunado.
El Vancuverita se ha ofrecido para ir a pedir, yo he divisado una mesa que se quedaba libre y me he encargado de que no nos faltara un sitio donde sentarnos.
¡Uhm! El café huele de maravilla, espero que sea descafeinado –se lo intenté explicar- porque si no se va a acordar de la española.
También ha traído unos macarons exquisitos.
Ahora estoy preparada para lo que sea. Y digo lo que sea.

Pues no, no estaba preparada para todo. Un coche de caballos nos llevará hasta el mismo Stanley Park. Me muero de vergüenza y El Vancuverita de la risa. Este tío es un cachondo.
Es la situación más ridícula y divertida a la que me he enfrentado jamás.

La visita al parque ha sido agotadora, no sé como voy a retener en mi cerebro tantas cosas como hemos visto.
No han faltado; las típicas fotos entre los altísimos cedros rojos -antiguamente usados como tótems-, la visita al acuario de ciencia marina o la caminata por el paseo marítimo. No hemos completado los diez kilómetros de recorrido, pero ha faltado poco.
Cuando estábamos disfrutando de las vistas del Beaver Lake -un lago- se ha puesto a diluviar.
No había contado con esa posibilidad –a pesar de que amaneció nublado- cuando elegí mi atuendo esta mañana.
Conclusión, nos hemos calado hasta los huesos.
¡No me tendría que haber puesto una camiseta blanca! No.
No sé si esa ha sido la razón de que ahora estemos en mi habitación del hotel en pelotas y exhaustos sobre la alfombra –no hemos querido empapar la cama-.
Lo que si sé, es que esa ha sido la razón –me refiero a ponerme una camiseta blanca- por la que he comprendido el sentido más profundo de la famosa frase “¡Tú lo que necesitas es un buen polvo!”
Además he aprendido a diferenciar entre bueno y malo.

4 comentarios:

  1. Es que esa diferencia, - entre bueno y malo, digo-, es fundamental apreciarla.

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    1. El secreto está en tener distintas referencias, porque uno puede estar creyendo que come caviar de beluga y resulta que en realidad eran huevas de lumpo del Mercadona ;)

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  2. En los viajes se debe de probar todo lo de la tierra y así se puede dar la opinión del sitio con buenas referencias.

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    1. Tienes toda la razón, hay que estar abierto a TODO ;)

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