¡Ah!¡He amanecido
pletórica!
Poco a poco me voy
habituando a la nueva franja horaria.
Anoche, antes de acostarme,
llamé a casa de Mi Madre y hablé con
mi hijo. Está contento. Mi Madre no
tanto, la perrita Curra -por lo visto-,
ha descuartizado algún cojín y mordido un mueble.
La jornada se presenta
llena de expectativas. Mientras Mi Hermana Pequeña ya ha iniciado su actividad como miembro del equipo de La Película que se exhibirá en el VLAFF, yo estoy preparada para iniciar
la mía como turista despistada.
Por suerte contaré con la compañía de El Vancuverita. He quedado con él en el Bel Café, que está en el Rosewood Hotel Georgia. Creo que El Vancuverita ha adivinado mi torpeza como turista y me lo ha puesto fácil, ya que ese café se encuentra en la misma calle del hotel en el que me alojo con mi hermana.
Por suerte contaré con la compañía de El Vancuverita. He quedado con él en el Bel Café, que está en el Rosewood Hotel Georgia. Creo que El Vancuverita ha adivinado mi torpeza como turista y me lo ha puesto fácil, ya que ese café se encuentra en la misma calle del hotel en el que me alojo con mi hermana.
¡Me gusta que me de
facilidades!
Hemos llegado a la vez, así que no me ha dado tiempo a ponerme excesivamente nerviosa.
Entre su castellano
chapurreado y mi inglés de los montes hemos conseguido saber que ninguno de los
dos habíamos desayunado.
El
Vancuverita se ha ofrecido para ir a pedir, yo he divisado una mesa que se
quedaba libre y me he encargado de que no nos faltara un sitio donde sentarnos.
¡Uhm! El café huele de
maravilla, espero que sea descafeinado –se lo intenté explicar- porque si no se
va a acordar de la española.
También ha traído unos macarons exquisitos.
Ahora estoy preparada para
lo que sea. Y digo lo que sea.
Pues no, no estaba preparada
para todo. Un coche de caballos nos llevará hasta el mismo Stanley Park. Me muero de vergüenza y El Vancuverita de la risa. Este tío es un
cachondo.
La visita al parque ha sido
agotadora, no sé como voy a retener en mi cerebro tantas cosas como hemos
visto.
No han faltado; las típicas
fotos entre los altísimos cedros rojos -antiguamente usados como tótems-, la
visita al acuario de ciencia marina o la caminata por el paseo marítimo. No
hemos completado los diez kilómetros de recorrido, pero ha faltado poco.
Cuando estábamos
disfrutando de las vistas del Beaver Lake -un lago- se ha puesto a diluviar.
No había contado con esa
posibilidad –a pesar de que amaneció nublado- cuando elegí mi atuendo esta
mañana.
Conclusión, nos hemos
calado hasta los huesos.
¡No me tendría que haber puesto una camiseta blanca! No.
¡No me tendría que haber puesto una camiseta blanca! No.
No sé si esa ha sido la
razón de que ahora estemos en mi habitación del hotel en pelotas y exhaustos
sobre la alfombra –no hemos querido empapar la cama-.
Es que esa diferencia, - entre bueno y malo, digo-, es fundamental apreciarla.
ResponderEliminarEl secreto está en tener distintas referencias, porque uno puede estar creyendo que come caviar de beluga y resulta que en realidad eran huevas de lumpo del Mercadona ;)
EliminarEn los viajes se debe de probar todo lo de la tierra y así se puede dar la opinión del sitio con buenas referencias.
ResponderEliminarTienes toda la razón, hay que estar abierto a TODO ;)
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