Siempre
me voy a acordar de aquel pollo que El Contrario
fue a comprar a Mercadona, mientras lo esperaba en el coche, pues yo tenía una pierna
escayolada.
No hay nada más tonto que levantarse de la cama con un pie dormido,
que éste te falle al apoyarlo en el suelo y te hagas un esguince de campeonato
a las cinco y media de la madrugada.
Ahí
estaba yo, esperando en el coche y buscando algo que leer para entretenerme; un
folleto de IKEA, propaganda del
banco, un folio mal doblado en cuatro... A veces las cosas más absurdas son
capaces de despertar un interés extraño.
Desdoblé el folio, contenía un texto escrito en
Word, encabezado por una fecha
reciente y el nombre y apellidos de mi amiga, La del Quinto. Me recordó a los deberes del colegio.
Era una carta
de amor para El Contrario.
Esa
misma noche habíamos quedado a cenar con unos amigos en casa, entre ellos La del Quinto. Llegados a este punto, a ésta en concreto, ya
no la consideraba amiga por una cuestión de principios.
Con la intención de cerciorarme de que no alucinaba en colores, le dije a El Contrario que me acercaba a casa de Los Vecinos, a preguntarles qué iban a traer ellos para la cena y así no repetir platos (patética estampa la mía, muletas en mano y carta de amor oculta en el bolsillo).
Los Vecinos, a parte de eso, son también unos muy buenos amigos.
Puede que ésto empiece a parecerse a Melrose Place, aunque garantizo que ninguno, y digo ninguno, de nosotros está tan bueno como los protagonistas de la serie.
Los Vecinos me confirmaron que en el folio doblado en cuatro ponía exactamente lo que yo había leído, simultaneamente perdían pigmentación en el rostro por momentos.
No se suspendió la cena
y no comenté nada a ninguno de los implicados durante la velada. Soy morbosa, lo he de
reconocer, necesitaba verlos sabiendo lo que sabía pero sin que ellos supieran
nada, claro.
Una vez que cada mochuelo estuvo en su olivo y sacado el tema a
relucir, El Contrario se explicó
diciendo que La del Quinto se había
confundido, que no pasaba nada.
Realmente
no pasó nada. Ellos siguen su idilio en el quinto y El Contrario sigue cohabitando conmigo en el entresuelo.
Cosas de la
crisis económica supongo.
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